Noviembre 2013
Presentamos la reciente carta del compañero Nikos Romanos,
actualmente encarcelado en prisión de menores en Avlona (la carta en
griego está aquí:
https://gutneffntqonah7l.onion.to/front.php3?lang=el&article_id=1500143).
Recordamos que el juicio de Nikos, junto con 5 compañeros más,
todos acusados de doble atraco a los bancos en localidad de Velvedo, se
iniciará el 29 de Noviembre (más información aquí:
http://es.contrainfo.espiv.net/2013/10/28/atenas-fijada-la-fecha-del-juicio-por-el-doble-atraco-en-velventos-kozani/)
Reflexiones desde las cadenas del cautiverio…
Con nuestros demonios internos como destino final…
Residente en el país del tiempo congelado desde casi un año, el
hielo ya se ha expandido por mi cuerpo. La cotidianidad monótona, los
movimientos repetitivos, la inmovilidad general. Aquí las fronteras se
han trasformado en las puertas de hierro y paredes.
Paseo por el patio, cuarenta pasos arriba-abajo, treinta-cinco pasos
de la izquierda a la derecha. Luego el muro. Arriba-abajo,
arriba-abajo, derecha-izquierda, derecha-izquierda. Con el paso del
tiempo empiezas a recitar de memoria los detalles espeluznantes de los
límites de piedra que te impiden hacer tu cuadragésimo primero paso.
Memorizar dónde están los diferentes garabatos, dónde está cada una de
las protuberancias del muro. Y creo que esto es lógico, ya que día tras
día incontables veces lo encuentro delante mio.
El reloj que escondo dentro de mi cuerpo se había congelado
también. Aunque sé que el tiempo de mi vida fluye hacia atrás, me pongo a
dudar y los cálculos matemáticos carcelarios relacionados con mi
estancia aquí me dan asco. La puesta en libertad condicional después de
cumplir 3/5 de la condena, el permiso después de cumplir 1/3 de la
condena, tantos años para cumplir haciendo jornales y tantos sin
hacerles.
Siempre detestaba las matemáticas que determinan sobre mi vida.
Si tuviera alguna inclinación hacia ello, probablemente nunca volvería a
elegir ese tipo de vida. Una simple ecuación hecha por los burócratas
de la contabilidad revolucionaria me hubiera convencido. Me hubieran
dicho que “anarquía + guerrilla urbana = clandestinidad = muerte o
cárcel” y ahora creyeran que tenían razón. “¡Que se jodan!” les diría,
tanto entonces como ahora. La vida humana no quepa en fracciones y
ecuaciones. Y la pasión por la libertad no está perseguida por ningún
fantasma de capitulación. Eso es tan simple como las ecuaciones
matemáticas de derrota cuyas aborrezco tanto.
Volvamos sin embargo a aquello reloj interior. Mientras que
estuve en clandestinidad mi reloj interior se había ido al relojero y el
relojero lo envió al psiquiátrico. Cuando le pregunte por qué, me dijo
que allí van todos los relojes que habitan en los cuerpos de los que que
combaten contra el destino del esclavo eterno. La diagnosis oficial
era: “ha sido afinado por manos anómalas”.
Pero lo que hizo el reloj aquello fue desafiar los órdenes y los
llamamientos de regresar a la normalidad de una exención calculada con
precisión quirúrgica. Así, una hermosa noche de luna dio un salto hacia
la libertad y huyó de la celda blanca del hospital psiquiátrico. Me
encontré con él de nuevo en un cita conspirativa, después de que los dos
hemos tomado las precauciones necesarias. Tuvimos una charla honesta
que acabó con las promesas hermosas y una decisión importante.
Nuca más esclavos, nunca más bajar la mirada, nunca más solos.
Para siempre en la orilla opuesta, para siempre rebeldes y sacrílegos,
para siempre en el sendero de las personas libres. Para siempre, ¿me
escuchas?
Odio a aquellos que tienen esa perversión de exigir sumisión.
Para ellos las cabezas agachadas y el silencio constituyen algo como
ceremonia en que el amo confirma a su esclavo como digno de servirle.
Odio también a la lógica de los esclavos mismos que sienten que
la sumisión es una forma de expiar sus penas. Conozco que son pocos los
que van a escapar de ese laberinto. Pienso que haya miles de páginas de
historia en que los revolucionarios tratan de trazar las rutas de
escape, de indicar el hilo de Ariadna. Acabo pensando que quizá eso no
tiene sentido porque los que lograron fugarse no han seguido ninguna
ruta establecida sino escucharon los latidos de sus corazones.
Respiro profundamente antes de volver a la cárcel. Aquí mi reloj
está bien congelado. Quiero decir que está totalmente desorientado y los
puntos de referencia se perdieron junto con cualquier esperanza por
algo que vale la pena.
Sin embargo, incluso así he encontrado una manera, aunque sea
temporalmente, de romper el hielo y oírlo, aunque sea por unos minutos.
Es el momento que salgo al patio y me pongo los auriculares para
escuchar música.
Ahí se esconde el secreto que lo pone en marcha, mis planes se
despliegan ante de mis ojos, los imágenes, los pensamientos y las
emociones bailan al ritmo de la música. Me limitaré a describir su
contenido con una sola palabra. Venganza. Sé que no pueden
tenerme aquí dentro para siempre. Sé también que mucha gente ha tenido
las mismas reflexiones que yo y luego se conformaron aplazándolo una y
otra vez. No me preocupo por eso, además cada uno de nuestros pasos es
también un pequeño desafío a las estadísticas hechas por los teoréticos
de la vida.
Lo juro por mí mismo que cada una de las amenazas se volverá
praxis. Lo pagarán, lo pagarán, lo pagarán. Por esa paranoia organizada
que nos ofrecen, por cada uno de los días de cautiverio, por cada uno de
los insultos penitenciarios lanzado contra nuestra individualidad, por
cada uno de los años de cárcel que nos van a meter, por cada uno de los
“buenos días” que dijimos a la gente que amamos a través de esa jodida
cabina de teléfono, por cada una de las “buenas noches” pronunciadas con
una voz temblorosa mientras que el sol cae entre las montañas, allí
detrás del alambre de púas. Y cuando vendrá la hora aquella voy a
reírme, cuando el terror les hará una visita en sus casas sin ser
invitado. Voy a reírme y nadie me lo va a impedir.
El odio dentro de mí está brotando cada vez más, se convierte en
incendio que se esconde en mis entrañas. Por un momento estoy soñando
que me convierto en un dragón y me siento a la cima de esa montaña más
alta que se puede ver desde el patio. Un poco antes del asalto ese
monstruo tan ilógico decide de comportarse de forma lógica, como un
anarquista tira-bombas que avisa antes sobre la explosión de su ira,
lleva sobre sus alas solamente sus amigos para colocar a ellos también
en esta cima. “No hay que perderse este espectáculo” les dice. Enseguida
abre sus alas y volando sobre la cárcel desata el fuego que durante
tanto tiempo ardía en su interior, encima de ese edificio podrido y
contra sus tristes habitantes y sus “honrados” empleados. Luego regresa a
la cima más alta donde ha dejado sus amigos y junto con ellos está
mirando el fuego que, siendo su fiel aliado, completa su obra.
Las noticias de las ocho de la tarde hablan sobre “un saldo trágico” y “la violencia ciega”.
Todos corren para tomar parte en la competición quién condenará el hecho más rotundamente.
Sin embargo, hubo también las excepciones. Eran los que habían
sentido en su propio pellejo como el rugido de la muerte lenta, de la
represión de sentidos humanos y de la pesadilla del cautiverio
prolongado les acompañan día tras día. Eran los que por la mañana
despertaron con un sonrisa enorme sobre sus labios. Y desde cada rincón
del mundo centenares de voces repetían al mismo tiempo:
¡FUEGO A LAS CÁRCELES!
“Si yo fuera el viento me volvería la tormenta, si yo fuera la
llama quemaría el mundo entero, si yo fuera el agua me volvería el
torrente diluvial para inundarlo, si yo fuera el dios le mandaría al
infierno, si yo fuera el Cristo degollaría a todos los cristianos, si yo
fuera la emoción llenaría la gente con rabia, si yo fuera el arma
dispararía contra mis enemigos, si yo fuera el sueño me convertiría en
una pesadilla, si yo fuera la esperanza me echaría a arder en las almas
de los rebeldes como una barricada llameante.”
De momento me conformo con mandar todo mi amor a aquellos que se
arman con sueños para luchar contra la civilización del Poder. Incitados
a fugarse junto con su reloj desde el mundo del orden y pasar al
ataque, con todos los medios, contra nuestros opresores.
¡Ahora y para siempre!
¡Ataque contra la máquina social!
¡Viva la Anarquía!
Nikos Romanos
Cárcel de Avlona
Noviembre de 2013
EXTRAIDO DE VIVA LA ANARQUIA
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